5 de noviembre de 2006

Un lugar perdido en la infinidad del mar



De pronto las cosas toman un giro que nunca deja de sorprender. Hasta hoy estoy sorprendida.
Desde que vivo en este enigmático lugar he desarrollado una idea muy particular de la gente, de la sociedad, de la masa que tiene poderes concomitantes con los mundos ficcionales. No es extraño, entonces, que el mundo kafkiano y borgeano calen profundo en mi existencia práctica y reflexiva.
Entiendo la literatura como un medio, un puente, si lo escribimos de manera más cercana a lo literario, que permite respirar aires frescos y nuevos que son necesarios para la permanencia del hombre en la tierra. Independiente de toda esa noción de arte que a pesar de ser abordada en tantos textos y conversaciones no presenta muchos consensos en su definición (quizá ahí esté la gracia del concepto arte), a lo que no me referiré en esta oportunidad.
Y así, este lugar solitario y colmado de prejuicios, aislado en demasía y con un precario contacto con la “civilización”, se torna perjudicial para ciertas personas que dedicamos la vida a la Educación Formal. A veces ansío, con anhelos imperiosos, cruzar ese puente y poder respirar tranquila, sin el perseguimiento de ver de pronto una cara conocida que colmada de contenidos callados me observa sigilosamente. Quizá sea eso de lo cual quiero escapar, de las miradas, de los mismos ojos que hasta pierden todo sentido, entre la maleza que los opaca. Ojos sin brillos alguno, bocas sedientas de “conocer”, de saber más allá de la imagen de las cosas, saber tanto y la vez nada que les interese mucho. Se evaden, huyen de sí mismos, arrancando de esa rutina, de esa vida que los consume como mal cigarrillo, que los carcome, una vida así no es vida, entonces como la propia existencia carece de sentido, éste se busca en la del otro, en la persona que siempre pasa por la misma calle, que mira y que no saluda, o quizá alguna vez saludó pero la monotonía de ver la misma cara, hace que el saludo se vuelva vacío, hasta desaparecer.
Así pasa el tiempo, unos pocos personajes tratando de salvar a los más jóvenes de los prejuicios y de la “novedad”, otros sumergiéndolos aún más en las aguas inertes del lago del aburrimiento… y ocurre, así como Rulfo en sus cuentos lo retrata, que después de tanto convivir con la nada, con lo mismo, con la puerta de la rutina, que siempre está cerrada, el ser humano se vuelve bestia y se verte al exterior a través de la indolencia, quizá no llegando al homicidio, pero sí matando de a poco las existencias de los demás, de aquellas personas que sí están cerca de llegar al puente y así a la otra orilla. Así, estas gentes se vuelven víctimas de la propia tierra en que nacieron, viven intranquilas sintiendo el socarrón murmullo que está a la vuelta de la esquina, pendiente de sus pasos y pendientes de su respirar. Algo tan simple como ir a comprar se torna desagradable, cuando esas miradas se posan en la vida, y te amenazan cobardemente

(...)

Hay que unirse a esta cruzada

Bolsas, Carteras, Bolsos.. elegid fémina glam

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